Nace en Tokio, Japón, se inició en el ukiroyo-e (estampas erótico japonesas) y estudió pintura y grafismo en la Academia de Bellas Artes de Musashino. Fue miembro del grupo “Hakusankai” de la Asociación de Editores de Arte y de la exposición Blanco y Negro. Trabajó como publicista, y fue uno de los máximos exponentes del movimiento efímero vanguardista de Osaka, mezcla de surrealismo, relativismo científico y filosofía oriental.
Realmente poco se sabe de este artista. Todo son especulaciones y comentarios. Misteriosamente no se conserva ningún registro o testimonio físico de nada de lo que hizo. A continuación refiero la información que verdadera o falsa me ha llegado a través de conversaciones mantenidas con el mismo en 1950 cuando le conocí en su ciudad natal, o con aquellos que si le conocieron más de cerca. Como su arte, su físico era frágil y resbaladizo. Resultaba difícil finalizar una conversación con él a causa de su hermetismo y su temperamento esquivo.
La minoritaria crítica europea y norteamericana que ha tenido conocimiento de su heteróclita y desaparecida producción artística, ha calificado a este artista como el Duchamp nipón. Al igual que el francés abandonó la pintura al darse cuenta de que no quiere verse condicionado a ser “estúpido como un pintor”, Kamitazo de forma parecida pierde el interés por las artes tradicionales japonesas a partir de 1935, para aventurarse en otras formas de expresión que en este caso enlazan, para a veces cuestionarlos, con determinados tipos de ritualización propios de su país. Un año antes en 1934, había conocido en Kioto al profesor Kitarò Nishida con el que mantendrá correspondencia hasta su muerte (aunque ninguna carta se conserva).
La influencia del pensamiento de este filósofo propiciará el cambio de actitud hacia el arte, fortaleciendo su ya incipiente relativismo (1) y llevándole a convertirse en uno de los artistas japoneses más transgresores e influyentes del siglo XX. Como consecuencia de ese relativismo radical, subvertirá el sentido del ridículo de su propio maestro y propondrá un mapa de la isla de Hokkaidō a escala 1:200.000 en el que tan solo estampa su firma, como pieza artística para la Gran Exposición de Arte Japonés celebrada en la ciudad de Sapporo en 1936. Al año siguiente en su obra “One more cup of tea” discute el concepto japonés “ma” utilizado para designar la espacialidad. En un solar de 10 x 10 metros cedido por el Ayuntamiento de Tokio, levantó una construcción de listones de una madera tan apreciada como el hinoki, sin ningún tipo de orden o planificación previa (su colocación se configuraba según los listones eran dejados caer unos sobre otros por la grúa que los recogía del camión utilizado para transportarlos). En esta especie de torre caótica y frágil, que sería finalmente quemada, además de rechazar las artesanales formulas tradicionales de construcción en madera japonesas, obvió, rechazándolo, el casi sagrado periodo de reflexión de un día entero practicado por los arquitectos en este país, durante el cual celebran la ceremonia del té en el lugar donde se levantará la construcción prevista.
Visionariamente con respecto a esta obra, realizaría una enigmática declaración en una emisora radiofónica de la capital: “La construcción pragmática y funcional es y será tan expansiva que finalmente perderá su sentido de ser. Hay que empezar ya a construir sin sentido si queremos proponer un cambio de paradigma social” (la grabación igualmente desapareció). Pero su trabajo considerado cumbre lo realizará diez años después en la Galería Arakawa en la misma capital del país. La polémica de esta obra aumentaría, al decirse unos años después que fue financiada con una parte de los fondos de ayuda norteamericana para los perjudicados por la bomba de Nagasaki (tampoco hay documentos que lo demuestren). Titulada “40 geishas y un samurái”, en ella bajará el techo de la pequeña galería de 60 m² hasta una altura de 60 cm, para que 40 voluntarias desinhibidas compartieran el espacio con el artista durante la noche del 20 de Marzo, denominada “Shunbun no hi”. Lo que pudiéramos prever nosotros como un fracaso resulto ser un éxito. La seductora personalidad del artista unida a su afamada popularidad en el círculo cultural japonés provoco largas colas de voluntarias. Al no conocerse en la convocatoria el número de féminas necesarias, algunas de las interesadas adoptaron verdaderas actitudes violentas para defender su puesto en la fila.
No debemos olvidar decir que ante la obra de los artistas actuales más transgresores aquellos que conocen a Kamitazo, cuentan que pueden rastrear su influencia.
Debemos recordar el pensamiento de Nishida: “la verdad y los ideales que constituyen el fundamento de belleza no deberían identificarse con la verdad y los ideales lógicos. De lo contrario, un mapa de anatomía ocuparía el lugar más alto en la escala artística, lo que resulta ridículo”.
Pierre Otsaka (Videoartista). Paris 3/7/2012.
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